martes, 30 de junio de 2009

Sentimiento pre-post-electoral...

El pasado domingo me levanté desganada de la cama, sin mucho entusiasmo ante el día electoral, que como hace tiempo me pone en un aprieto. Con los primeros sorbos de café fui repasando: últimas elecciones, charlas con amigos y familiares, editoriales, notas de opinión, reflexiones radiales interesantes hasta que la mezcla de voces y palabras colmó mi cerebro aún adormilado haciendo el “efecto cocktail”.
Intenté ensayar una lista de argumentos y así, de paso, dilatar -deliberadamente- mi salida hacia la escuela en dónde debía depositar mi voto. Aunque esto a minutos del mediodía seguía estando en duda.
Que es un deber cívico, que como ciudadana, que ¿cómo no?...
Que la posibilidad de expresar la opinión a través del voto sigue siendo una conquista ganada muy lamentablemente a costa de sangre, violencia y horror dictatorial.
Que hay que “tomar partido” porque muchos no pudieron hacerlo. Que después: “Si no, no te quejés eh?
Participar... ¿Participar? ¡Participar!...
Por otro lado, ¿Para qué?
Que hace años no me siento ni representada ni identificada. Que hace mucho perdí la emoción, el interés profundo por la política, que creo poco y nada en sus caras, en sus nombres. Que me parecen ridículas sus apariciones, sus mentiras, su habilidad para robar.
¿Qué tipo de democracia es esta? ¿Cómo tener fe si me dan todos lo mismo? ¿Si todo cambio que viene del gobierno implica retroceso y más miseria?
El tiempo se ponía gris y frío, indudablemente no fue un día peronista, pero a mí me dio lo mismo.
Finalmente, luego de almorzar, decidí encaminarme hacia el escritorio y buscar mi documento. Lo guardé en mi bolso, junto a otras cosas, y salí plagada de dudas hacia mi destino electoral.
Como siempre terminé votando a un candidato con el cartel de perdedor colgado al cuello, no sé, tal vez, sea un buen síntoma. Lo hice efectivo, rápidamente. Ni siquiera tuve que esperar en la mesa. A los pocos minutos me encontraba observando un nuevo sello de un húmedo celeste clarito... Vaya trámite para tanto desvelo...
Mi desazón permaneció intacta, inmutable frente a los datos que actualizaba minuto a minuto la pantalla de la tevé local. Allí sentada, no pude perderme el desarrollo de esta gran puesta en escena, de la que finalmente también, este último domingo fui parte.

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